No podía dormir… Desde que volví de aquel largo paseo por la playa era como si todos mis recuerdos, mis buenos recuerdos, volvieran a mi cabeza… Era una noche fría, pero el mar estaba en calma. La arena sobre la que mis pies andaban estaba helada, pero no importaba. Cada paso que daba una huella dejaba, pero que importa una huella, que importa una huella más en aquella larga orilla… Una huella más, que se ocultaba entre miles que habían hecho otras personas, al fin y al cabo era una de las miles de huellas anónimas que en la arena estaban… Y yo ahí estaba, caminando lentamente por la orilla, mirando al mar, disfrutando de la calma que allí se respiraba, rodeada tan solo de arena y agua que mis pies bañaba… “Paisaje bello, paisaje hermoso” – repetía una y otra vez. Al final llegó un momento en que mis piernas no caminaban, esas piernas que me habían llevado tan lejos, y a la vez tan cerca de lo que un día fue mi sueño, esas piernas que me decían de seguir y a la vez de abandonar este largo camino que comencé a caminar. Mil lágrimas inundaban mis ojos, y resbalaban por mi cara…tan amargas esas lágrimas frente a la soledad que allí encontraba…
Me eché al suelo, me quedé sentada en la orilla, y aunque mis piernas eran bañadas por ese mar de agua salada, no sentía el frío de aquella noche helada…. Estaba, como diría yo, fuera de mi, aun así recuerdo ese paisaje, ese aroma que todos al olerlo dicen “ya huele a mar” No se que olor fue ese, pero cerré los ojos y al cerrarlos, noté un calor que recorría mi cuerpo, un calor de gente hablando cerca de mi, un calor de personas que me llamaban, y me decían cosas…sonrisas que mis orejas llenaban, esa sensación ese bello aroma conocido por mi, y que tan gratos recuerdos conservaba…Abrí los ojos… busqué entre la oscuridad, pero ahí sólo estábamos el mar, mi conciencia y yo… Sin embargo, una gran sonrisa en mi cara acaba de alumbrar lo que aquella noche oscura no mostraba, lo que aquel mar bello y en calma, no me daba. Me sentía tranquila, me sentía bien…
Del bello mar me despedí… y aún sin fuerzas, a mis piernas animé a ponerme en pie… a dirigirme a casa… caminé entre las huellas anónimas en parte borradas por la arena y por el agua… en parte borradas por esa brisa que allí afloraba… pero me sentía en calma, me sentía en feliz…
Abrí la puerta, con mucho cuidado para no despertar a nadie, y la cerré con llave… Mire a mi alrededor, no había luz, sólo una casa oscura, un salón y una cocina en silencio y una habitación oscura que esperaba mi llegada… Encendí la luz, me eché en la cama y mis ojos se llenaron de lágrimas… “cuan bello puede ser este sentimiento que aún en las noches mas frías mi alma inunda de calor, cuan bello puede ser este sentimiento que en las noches mas oscuras, mi sonrisa las ilumina… cuan grandes pueden ser esos amigos que mi corazón recuerda aun cansado y sin fuerzas…” Apagué la luz y no pude dormir, bellos recuerdos alumbraban lo que mi habitación, oscura, ocultaba.
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